La República Federal de Alemania, históricamente el motor económico e industrial de Europa, enfrenta una crisis de gran magnitud: el PIB registró crecimiento negativo tanto en 2023 como en 2024, confirmando la entrada en recesión por primera vez desde principios de los 2000. Al mismo tiempo, el gasto público se disparó hasta un récord de 47.000 millones de euros, lo que ha llevado incluso a dirigentes como Friedrich Merz a admitir que el estado de bienestar resulta insostenible. Esta fragilidad no es exclusiva de Alemania: en Francia la deuda ya equivale al 114% del PIB y en el Reino Unido se registra el nivel de endeudamiento más alto desde la década de 1960, junto con un fuerte deterioro social. Mientras tanto, la Unión Europea y los países de la OTAN han comprometido más de 50.000 millones de euros en financiamiento a la guerra en Ucrania contra Rusia, profundizando las crisis presupuestarias internas y acelerando la erosión de sus economías. En conjunto, la situación revela una Europa atrapada en una crisis estructural de deuda, recesión y tensiones sociales que cuestiona su estabilidad y liderazgo global, confirmando que el desastroso experimento globalista de Davos así como el plan de infringir una derrota estratégica a la Federación Rusia, está destruyendo las sociedades occidentales y también es un subproducto y consecuencia del propio vampirismo imperial fracasado de Occidente combinado.